Amílcar Sánchez de tan solo 32 años, fue criado en un albergue para menores en donde tiene sus más grandes recuerdos de su infancia, debido a un accidente que sufrió su hogar, desde ese momento incursionó en el mundo del arte, con muchos sueños, miedo y necesidades económicas. Con el pasar de los años, aprendió a tocar guitarra y quena, los instrumento que ahora son su sustento de vida.

Su perseverancia y amor al arte impulsaron a formar su propia agrupación en la que brida servicios de animación, en calles o eventos privados, a pesar de ello, el joven artista no deja las calles por completo, sale desde muy temprano a trabajar, con su fiel compañero, un parlante. Su sacrificado trabajo como músico no le permite pasar tiempo en familia, navidad, año nuevo, cumpleaños y muchas fechas más, son para él oportunidades laborales imposibles de cancelar.

“La incertidumbre puede arrebatarte todo, menos la inspiración y la sensibilidad” son palabras que lo acompañan en cada trayecto. Su amor al arte “carrero”, como se denomina a los músicos urbanos, le da fuerza para lucha contra toda adversidad, inclusive cuando sube a los medios de transporte y se le olvida alguna nota musical.

Amílcar Sánchez, un ejemplo de fortaleza que lucha desde muy pequeño para salir adelante, por ello deja una frase muy reflexiva para todos los que disfruten de su arte, “No queremos dar pena, sino fomentar la cultura peruana”.